Érase una vez, hace muchos años, vivían en una gran aldea dos alegres mujercitas. Una de ellas era dulce como el azúcar y más trabajadora que una hormiga, y su nombre era Sara. La otra era sencilla y constante como una brisa y más veraz que un sabio, y todo el mundo la llamaba Vero.
Vero y Sara no se conocían, pero ambas coincidían al pensar que el trabajo más apasionante que existe en este mundo es ayudar a los niños a ser felices. Es así como ambas decidieron estudiar mucho para ser unas excelentes maestras.
Y llegó el día en que Sara y Vero coincidieron trabajando como maestras de niños pequeños. Y fue entonces cuando ambas tejieron juntas un lazo muy resistente que llamaron amistad. Ese lazo les llevó a compartir alegrías y tristezas,… y también un sueño.
Las dos soñaban con crear una fábrica muy peculiar: una fábrica de esculturas. Pero no una de esas que dan forma a piedras o piezas metálicas. No. Una más apasionante: una fábrica que ayudara a los papás a esculpir la felicidad de sus bebés.
Allí juntarían los ingredientes de cariño, hábitos, valores y conocimientos y los aplicarían a los bebés día tras día para que ganasen autonomía, seguridad, inteligencia emocional y preparación para la vida que el mundo les ofrecía.
Pero una fábrica así no podía estar en un edificio frío y gris. Debía tener un lugar adecuado, lleno de árboles, flores y pájaros que cantan bañados por el sol. Encontraron ese lugar y le llamaron BAMBÚ. Y se lo contaron a sus familiares y amigos. Y todos juntos se pusieron manos a la obra para hacer el sueño realidad, porque para hacer realidad los sueños hace falta una lluvia de esfuerzos y un poco de magia.
No contaban con mucho dinero, así que Vero, Sara y sus familiares y amigos realizaron la mayor parte de las obras con sus propias manos. Todo el mundo aportó su granito de arena: uno echaba abajo las paredes que sobraban, otro ponía paredes nuevas, uno ponía el suelo, otro pintaba el techo, uno quitaba todas las malas hierbas, y el otro arreglaba los baños.
Mientras tanto, algunos papás acudieron para conocer el proyecto, y decidieron que Bambú entrara a formar parte de la vida de sus hijos y de sus propias vidas. Era el año 2007.
Desde entonces Bambú, junto a sus pequeños, no ha dejado de crecer a base de ilusión, trabajo, cariño, innovación y la confianza de tantos y tantos padres que han hecho este sueño una realidad.
Y colorín colorado, este cuento…
¡No ha hecho más que empezar!
